El pueblo de Israel tiene una rica historia donde podemos ver sus mejores momentos como los más difíciles.
Antes de ser un pueblo libre, padecieron cientos de años en esclavitud pero Dios escucho su clamor y envió a Moisés para sacarlos a la tierra que les había prometido.
Ellos dejaron de ser esclavos pero pensaban como esclavos, porque no podían creer en el plan de Dios, no confiaban en la promesa de entrar a una tierra que fluye leche y miel, la gratitud duro unos días, pero el caminar en el desierto los llevo a quejarse y desear lo que tenían en Egipto.
Cuando eran esclavos soñaban con ser libres, pero cuando lo fueron su queja los hizo volver a ser cautivos y dejaron de alabar a Dios.
El anhelo del Padre es vernos vivir en la plenitud de su plan y aun cuando atravesemos por alguna tormenta, espera que confiemos en que nos llevará a puerto seguro.
Ten la certeza que:
Si Dios lo dijo, lo cumplirá
Estará con nosotros durante el proceso
Abrirá camino donde no existe, con tal que lleguemos a la meta
Paso 1: Seamos agradecidos
Este es el primer paso para que la queja no entre en nuestro corazón y eche a perder el plan perfecto que tiene preparado para nosotros.
Paso 2: Alabemos su nombre
Esto será señal que confiamos en su bondad y fidelidad, cuando vengan momentos difíciles, si estamos en obediencia y se levanta una tormenta lo seguro es que pasará sin anular su promesa.
Persevera hasta que suceda lo que te prometió
Lo más ilógico que podemos hacer es abandonar su plan porque de pronto las cosas se complican, es imposible que lleguemos al lugar que tiene preparado para nosotros si lo dejamos por una salida alternativa que nos sacara del problema temporal pero no nos llevará a la tierra prometida.
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